Laura Orellana Trinidad/Juan Manuel Rodríguez Mendoza
En Torreón sí hay tradiciones
¿Cómo celebraban la Nochebuena y el día de Reyes los laguneros que vivían en ejidos y barrios del municipio de Torreón durante la primera mitad del siglo XX? Si pudiéramos regresar el tiempo, escucharíamos las voces entonadas de un grupo de pastores escenificando su caminata hacia Belén —por invitación de un ángel— para atestiguar el nacimiento del hijo de Dios. Observaríamos las estrategias que utilizan los diablos para impedir que el grupo cumpla con su nuevo propósito: adorar al mesías recién nacido. Aunque la historia es bastante conocida, nos alegraríamos de ver que gracias a la ayuda divina los pastores no ceden a las tentaciones y alcanzan su destino final para arrullar al niño y dejarle sus regalos. Sin duda, advertiríamos que durante la representación se encuentran rodeados de su comunidad, absorta en el relato.
El Siglo de Torreón daba cuenta, esporádicamente, de las pastorelas que se realizaban en la Comarca Lagunera entre los años veinte y cuarenta del siglo XX, tanto en las zonas urbanas (Torreón, Matamoros, Gómez Palacio, Lerdo), como en las rurales. A veces para exaltarlas, 1“Las posadas darán principio”. El Siglo de Torreón, 15 de diciembre de 1928; “La Navidad en Torreón”. El Siglo de Torreón, 25 de diciembre de 1933, p. 1 en otras porque reportaba algún enfrentamiento en el lugar 2“Zafarrancho en una hacienda”. El Siglo de Torreón, enero 1, 1929, p. 7; “Delitos de sangre”, El Siglo de Torreón, 10 de enero de 1929, p. 2; “Campesino muerto a balazos”. El Siglo de Torreón, 15 de enero de 1929, p. 8 o por las quejas de los vecinos debido al ruido que producían los ensayos nocturnos. 3“Margen”. El Siglo de Torreón, 29 de noviembre de 1933, p. 1; “Margen”. El Siglo de Torreón, 26 de noviembre de 1937, p. 1 La tradición de la pastorela se encontraba viva en la Comarca Lagunera. Cada año se representaba esta sencilla historia, apoyada en apenas veinte versículos del evangelio de Lucas. Las escenificaciones comenzaban alrededor de las ocho o nueve de la noche del 24 de diciembre y terminaban entre la una o dos de la madrugada del 25. La conmemoración de la Navidad era un acto público, colectivo y principalmente religioso.
Hacia 1953 las pastorelas laguneras y otras costumbres habían llamado la atención del poeta colimense -luego lagunero- Salvador Vizcaíno Hernández. En su trabajo Estructura de Torreón. Ensayo económico-social dedica un apartado al “Folklore y fiestas regionales” en el que realiza una observación aguda de su entorno al afirmar —contra la noción de aquel entonces, según se desprende de sus palabras— que sí había tradiciones en esta ciudad y distingue los espacios urbanos en donde se encuentra “la siempre cautivadora riqueza de nuestro folklore”. 4Salvador Vizcaíno Hernández. “Estructura de Torreón. Ensayo económico social”. Revista Cauce, México, 1953, p. 71 El también miembro del Ateneo Lagunero no sólo reconoce en su texto estas manifestaciones populares, sino que aconseja su estudio y sugiere la hipótesis de que su presencia se debe a los migrantes del interior del país que llegaron a esta región. 5Vizcaíno, tomando los datos del censo de 1950, hace notar que el 58% de la población del municipio de Torreón era originaria de Coahuila y el 42% eran nativos de otras entidades, “Estructura de Torreón. Ensayo económico social”. Revista Cauce, México, 1953, p. 29 Acepta que las expresiones de folklore cambian, e identifica que en pocos años éstas ya se habían transformado al arraigarse en este desértico lugar. Entre las tradiciones que registra, se encuentran diversas danzas y concede unas líneas a las pastorelas. La extensa cita vale la pena:
Aparentemente Torreón carece de folklore. Que así fuese resultaría explicable por la juventud de la ciudad. Pero, la impresión es falsa. Se sale del centro comercial o de las zonas residenciales, se busca la entraña del pueblo y allí, en los barrios modestos, encuentra uno la siempre cautivadora riqueza de nuestro folklore. El fenómeno es curioso y desconcertante. No debería ser así dado el origen de la ciudad. La única explicación posible es que quienes vinieron de otras tierras asentáronse en un mismo barrio y continuaron cultivando las formas folklóricas de su lugar de origen, formas que al ser transmitidas oralmente han sufrido diversas modificaciones. Entre esas formas folklóricas destacan las danzas que se cultivan en dos barrios: La Danza de “Los indios”, de la Colonia de San Joaquín (existen allí dos grupos de danzantes o “matachines”), y la danza de “La Pluma”, de la Colonia Libertad […] Además, deben mencionarse en el folklore las “Pastorelas”, que parecen tener su asiento en el Barrio de “Torreón Viejo”, y los “Coloquios” que se representan en varios barrios. Sin duda se trata de las mismas formas que se cultivan en toda nuestra República, así como en Centro América. El tema es digno de más amplia investigación, pero rebasa los límites de este estudio.
Salvador Vizcaíno Hernández. “Estructura de Torreón. Ensayo económico social”. Revista Cauce, México, 1953, pp. 71 y 72
Han pasado casi 70 años desde entonces y al parecer aun no tenemos investigaciones de las pastorelas regionales, aunque al menos se han recuperado algunos indicios que permiten vislumbrar su arraigo. En el Archivo Histórico de la Ibero Torreón resguardamos varios documentos: Un “Cuaderno de pastorela para el niño Dios” y un coloquio llamado “Cuaderno de los tres Reyes y de San José” (FVPF 56)) utilizados para este tipo de celebraciones en El Retoño, Durango, fechados el 12 de enero de 1915. Ambos fueron donados en 1995 por Vicente Parra Flores. El “Cuaderno de pastorela…” llevó a la recuperación de uno más. Hace un año, en una conversación casual entre colegas de la universidad sobre los documentos del ejido El Retoño, Juan Manuel Rodríguez Mendoza comentó que su abuela, doña Cuquita Briones, había organizado durante 40 años una pastorela y tenía un libro de este tipo, del que generosamente permitió una copia para el Archivo Histórico (FMRR 433). Aunque éste data del 2003, tuvo una primera versión en los primeros años de la década de 1950, cuando ella se puso al frente de esta celebración en su lugar de origen, La Partida, Coahuila, por voluntad propia.
Estos diarios, cuadernos o libros de pastores se suman a otros rescatados en la zona rural de la Comarca Lagunera durante los años noventa. Dos de ellos se encontraron en los ejidos Sapioriz (Durango) y la Flor de Jimulco (Coahuila), y fueron publicados por la Unidad Laguna de Culturas Populares; por su parte, Alberto Villegas Cedillo recuperó tres diarios de su pueblo natal Juan E. García (Durango) aunque sólo publicó la que nombró como “Pastorela de Don Florencio”, impresa con el sello de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ambos textos fueron editados en 1992. Estas tres pastorelas resultan primordiales para realizar un ejercicio de contraste con los libros que se encuentran en el Archivo Histórico de la Ibero Torreón, ya que su conjunto permite hacer preguntas e hipótesis.
Los presentes apuntes de la Bitácora fueron elaborados con la colaboración de Juan Manuel Rodríguez Mendoza y abordarán la pastorela de La Partida, Coahuila. Si bien los libros de pastorela son indispensables para acercarnos a esta manifestación religiosa, también lo es el conocimiento de su organización y ejecución, pues se trata de un ritual performativo. Para indagar sobre esta expresión religiosa en La Partida, contamos con las entrevistas de doña Cuquita Briones (organizadora de la pastorela) y del señor Juan Antonio Morones (apuntador). Para complementar este cuadro, Juan Manuel Rodríguez aportó la vitalidad de las fiestas seculares y religiosas de este rancho, que permiten explicar en alguna medida la permanencia de la pastorela e insertarla dentro de su trama sociocultural. Éste será abordado en otro artículo de esta misma Bitácora.
Antes de proseguir, es precisa una aclaración. Villegas Cedillo se propuso como objetivo adecuar la pastorela a la ortografía actual. En el diario de La Flor de Jimulco seguramente se hizo una corrección ortográfica, aunque algunos términos populares sí permanecieron con el uso de comillas. Estas correcciones no las realizaremos en algunos versos transcritos del cuaderno de La Partida. Consideramos que con la rectificación se perdería la posibilidad de observar cómo se dio la difusión de los libros, así como las capas históricas que se superponen a partir de las expresiones utilizadas. Por ejemplo, “quedrá” aparece como un vicio en el Diccionario de Provincialismos y barbarismos centroamericanos y ejercicios de Ortología Clásica de 1910, lo que ya da un indicativo del periodo es que se utilizaba y por lo tanto el interés de excluirla del castellano considerado correcto. Hecha esta aclaración, no añadiremos el adverbio en latín sic.
La tradición de la pastorela
La pastorela es una expresión religiosa antigua, de origen popular, cuyo argumento tiene como objetivo mostrar que el bien triunfa sobre el mal. Parece algo sencillo, pero en realidad se trata de “… un complejo de acciones rituales, dancísticas y teatrales”. 6Elizabeth Araiza Hernández. “Un texto vivo. Formas e interacciones del libreto de pastorela (Ihuatzio y Comachuén, Michoacán)”. Trace 76, julio 2019, p. 51
Algunos estudiosos señalan que la pastorela es un género literario que tiene su raíz en las comedias pastoriles italianas y españolas; 7Cfr. “De la poesía pastoril a los autores de pastores” en Tomás de Híjar Ornelas. Las pastorelas en Jalisco. Secretaría de Cultura/Gobierno de Jalisco, México, 2008, pp. 32-34 otros más hacen énfasis en el uso que dieron los misioneros, jesuitas 8Miguel Sabido sostiene la noción de que las pastorelas se derivan del ejercicio de San Francisco de Loyola llamada “las dos banderas”, en el que se encuentra los tres elementos fundamentales de la pastorela: el ángel y el diablo en lucha, y el ser humano que hace el ejercicio, Rescatando Pastorelas. Gobierno Municipal de Saltillo/Instituto Municipal de Cultura de Saltillo/Miguel Sabido, México, p. 13; en esta misma corriente se sitúa Tomás de Híjar quien señala que los jesuitas “injertaron” las pastorelas mediante el teatro misionero durante el siglo XVII, op. cit., p. 147 o franciscanos, desde el siglo XVI para sus labores de evangelización.
Se ha considerado que las pastorelas son una tradición oral que pasó de generación en generación, y muy probablemente así se comunicó durante un largo periodo. Posteriormente, se escribieron “en unas cuantas hojas de papel cosidas a mano y posteriormente en frágiles cuadernos escolares, por escritores anónimos”. 9Miguel Sabido, op. cit., p. 12 El descubrimiento académico de estos libretos de coloquios desde finales del siglo XIX, ha permitido identificarlos como una pieza indispensable de la pastorela. No obstante, continúa la oralidad para transmitir el proceso de performatividad —extratextual— que tiene el rito: el sentido y el sentimiento, las tonadas de los cantos, el vestuario. 10“El filósofo del lenguaje J.L. Austin definió las palabras performativas como “realizativas” y propuso el concepto de performatividad, que establecía una obligada conexión entre lenguaje y acción. Para Austin, la performatividad se da cuando en un acto del habla o de comunicación no solo se usa la palabra sino que ésta implica forzosamente a la par una acción. “Performatividad” Abecedario Anagramático. Subtramas
Las versiones de la pastorela son numerosas y se diseminaron por una amplia zona geográfica, más allá de las fronteras de la Nueva España, adaptándose a cada sitio. Esta expresión trascendió a la iglesia católica y hasta llegó a ser objeto de desconfianza por parte de esta institución. Tomás de Híjar plantea que fue precisamente el rechazo a esta celebración, tanto por parte del Estado como de la Iglesia, que las pastorelas sobrevivieron en lugares aislados y tuvieron un desarrollo diverso: las populares florecieron en ambientes rurales y se distinguieron de las urbanas, calificadas como cultas o profesionales. Pero también las rurales se diferenciaron de las indígenas. 11Tomás de Híjar, op. cit, p. 52.
Las pastorelas han perdurado durante siglos, porque se adaptan a cada comunidad y hacen un aporte a su identidad. La investigadora Alejandra Rangel encontró, en una comunidad de Monterrey, una gran falta de arraigo entre los marginados urbanos quienes no podían identificar una sola tradición, a pesar de su origen rural. La pastorela fue “…la única tradición recordada por algunas mujeres de esa comunidad marginada”. 12Efrén Sandoval Hernández. “Estudios sobre pobreza, marginación y desigualdad en Monterrey”. Papeles de Población 57, julio/septiembre 2008, CIEAP/UAEM, p. 180
Los elementos expuestos nos llevan a plantearnos algunas preguntas: ¿qué papel ha tenido la celebración de la pastorela en La Partida? ¿qué rasgos tenía esta pastorela? ¿cómo se involucraba la comunidad en su organización y ejecución? ¿cuál es su origen? ¿existía algún tipo de vínculo entre ésta y otras pastorelas de la región? ¿por qué ésta pudo sobrevivir más que otras? ¿qué información aporta el libro de pastorela de La Partida para responder a estas preguntas?
La Partida, Coahuila
La Partida es un ejido ubicado a 18 kilómetros al noreste de la ciudad de Torreón, Coahuila. Se encuentra en la vía que conecta a esta ciudad con Matamoros, del mismo estado. Se tiene una fecha de fundación aproximada, alrededor de 1900, según la información que la comunidad obtiene de una fotografía que al parecer fue tomada en este lugar durante el periodo revolucionario. En la imagen se encuentra un grupo de hombres, a caballo, con la indumentaria propia de la época y detrás de ellos un caserío. Las personas ya mayores del ejido, dice Juan Manuel Rodríguez, “…han logrado identificar las casas: ‘esta es la casa de fulano, aquí estaba la noria, aquí está el rebote’; el rebote fue hecho en 1903, eso ya nos habla de que esta población ya estaba desde 1900…”. 13Juan Manuel Rodríguez Mendoza, entrevista realizada por Laura Orellana el 30 de noviembre y 2 de diciembre de 2020 Él también se ha preguntado sobre el origen del nombre del rancho, porque le llamaba la atención que significara una “división”, pero encontró que el término tiene que ver con “un inicio, un arranque, un comienzo”. Este lugar fue un punto de partida.
La Partida se ubica en la Comarca Lagunera y surgió en el contexto del crecimiento sorprendente de esta región durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, a causa del ferrocarril. En 1883 llegó el tendido de las vías del Ferrocarril Central Mexicano y en 1888, el Internacional. Las tierras cultivadas se cuadriplicaron y el algodón se exportaba a países tan industrializados como Inglaterra y Alemania. Este desarrollo atrajo a numerosos trabajadores de los estados vecinos que escuchaban sobre el auge de la comarca. El historiador William Meyers cuantifica las personas establecidas en la zona durante ese periodo, así como la población “flotante” que llegaba a trabajar por temporadas: “Entre 1880 y 1910, la población rural ascendió de 20 000 a más de 200 000 y con frecuencia se aumentaba en más de 40 000 al año entre julio y octubre a causa del flujo de trabajadores que llegaban para la pizca”. 14William K. Meyers. Los orígenes de la Revolución Mexicana en la Comarca Lagunera 1880-1911. México. Gobierno de Coahuiila/INEHRM/UIA/IED, 1997, p. 57
Por eso no es de extrañar que la Hacienda La Partida haya tenido un crecimiento de 150% en su número de habitantes entre 1921 y 1930: de 222 pasó a tener 589.15Quinto Censo de Población 15 de Mayo de 1930. Estado de Coahuila, pp. 76 y 77 En 1940, ya había adquirido la categoría de ejido y era el cuarto con mayoría poblacional (730 habitantes) entre los ejidos del municipio de Torreón, después de La Joya (1046), Santa Fe (827) y La Paz (809). 16Sexto censo de población 1940, Coahuila, p. 105 La familia Rangel —la madre y tíos de doña Cuquita, organizadora de la pastorela— ya se encontraba en La Partida desde la primera década del siglo XX, quizá atraídos por la “bonanza” de la región, término que aparece con frecuencia en las memorias de quienes llegaron a esta zona en dicho periodo. El grupo familiar había arribado procedente de la Hacienda La Parada y la villa de Ahualulco, en San Luis Potosí. Llegó primero a Matamoros, Coahuila y posteriormente a La Partida. 17A partir de un estudio genealógico se identificó que los 10 hijos de la pareja formada por Crispín Rangel López y Juana Roque nacieron en la villa de Ahualulco y la Hacienda La Parada (lugares separados por 16 kilómetros): José Aciano (1881-1889), Ildefonso (1884-1885), Ildefonso (1887), José Tomás (1888), Donaciano (1889), María (1890), María Cirenea (1892), Porfirio (1894), Yrenea o Irene (1895) y Luisa (1899). Crispín Rangel López falleció en Matamoros, Coahuila en 1904. En este mismo lugar se casó Ildefonso (1913) y Donaciano (1917). En 1918 se casó Porfirio, con domicilio ya en la Hacienda La Partida y un año después Irene con Emeterio Rodríguez (suegros de doña Cuquita. En el clan venía Luisa Rangel —persona clave para la pastorela que examinamos— e Irene su hermana, quien se casaría con Emeterio Rodríguez en 1919. Rosalío Rodríguez Rangel, hijo de esta pareja, nacido en 1923 en este lugar, se casaría el 12 de agosto de 1946 con la joven María del Refugio Briones (hoy doña Cuquita) de entonces 19 años, también originaria de La Partida. 18Sus papás, Crispín Briones y María Moreno ya eran oriundos de la Comarca Lagunera, él de Las Huertas, Durango (1901) y ella de Matamoros, Coahuila (1907). La familia Briones ya residía en la Hacienda de La Concha —distante a tan sólo 14 kilómetros de La Partida— hacia 1903. Crispín y María ya vivían en La Partida al menos desde 1924
Doña Cuquita recuerda que comenzó a organizar la pastorela en 1952, unos años después de su matrimonio, cuando ella tenía 25 años. 19María del Refugio Briones Moreno, entrevista realizada por Juan Manuel Rodríguez Moreno el 24 de octubre del 2020 Comenzó a hacerlo no por herencia familiar, como a veces se adquiere, sino “…porque a mí me gustó mucho el misterio”. 20María del Refugio Briones, entrevista citada Conoció la devoción —como la llama— en la casa de Luisa Rangel, situada en el mismo rancho: “Ellos hacían su pastorela, y luego mi suegra [Irene] empezó a acostar al niño Dios también aquí, sin pastores. Lo acostaban y lo levantaban, venían muchachos a cantarle”. 21María del Refugio Briones, entrevista citada Dice que entonces le dijo a su suegra: “Mire, vamos a hacer una pastorela, pero aquí [se refiere a la casa común]”. Ella le dijo:
—”Si quieres hacer pastores, pues entiéndete tú. Tú sabes cantar, yo no sé”.
—”Pues aunque no sepa voy a seguir esto, porque este misterio a mí me gusta”, y de ahí me agarré. Primero lo hice de muchachas y después ya de hombres. 22María del Refugio Briones, entrevista citada
Cada pastorela necesita de un libro que se copia de otros anteriores. No es un texto que se pueda obtener en otra forma, porque es una devoción. Doña Cuquita transcribió el que tenía la señora Luisa, pero desconoce de dónde lo tomó ella inicialmente. El resguardo de esta fuente documental nos permite indagar y proponer algunas pistas sobre la celebración de la pastorela en la región.
La pastorela: una red histórico-geográfica
Es difícil precisar los orígenes de los diarios de pastorela debido a que pasan de unos a otros y se transforman en las transcripciones, o a veces por decisión de los “maestros de cuadernos”. En el caso que nos ocupa, la familia Rangel pudo haberlo traído de su terruño, la Hacienda de San Francisco de la Parada, al desplazarse hacia la Comarca Lagunera. No es difícil pensar esta hipótesis porque Luisa Rangel ya traía otra devoción a cuestas: desde allá se trajo cargando un cuadro inmenso con la imagen del señor San José, al que desde los años treinta veneró mediante la realización de una reliquia anual el 19 de marzo y que doña Cuquita tomó por herencia cuando ésta falleció. 23Laura Orellana. “La reliquia: una generosa tradición. El Siglo de Torreón, 17 de noviembre de 2001, pp. 6A y 7A
La Hacienda La Parada fue un lugar en donde varias órdenes se disputaron su evangelización. Los franciscanos llegaron incluso antes de la fundación de este lugar, a finales del siglo XVI; posteriormente arribaron los agustinos, no sin grandes conflictos con los primeros, quienes peleaban su antigüedad en esta zona, y finalmente llegaron los jesuitas, quienes administraron la hacienda de 1623 hasta 1767, fecha de su expulsión. Ellos también mantuvieron diversas disputas: con los franciscanos por la evangelización, y con los habitantes de la zona, por las tierras 24Cfr. Jan Bazant. Las Haciendas de La Parada y San Diego durante el Virreinato, en Cinco Haciendas Mexicanas: Tres Siglos De Vida Rural En San Luis Potosí, 1600-1910. México, 1995 Así, cualquiera de esas órdenes religiosas pudo haber aportado estos libros, pero la investigación de Dulce Azucena Rodríguez permitiría sugerir que la fuente inicial de la pastorela de La Partida y la forma de su canto podría estar relacionada con los franciscanos. En el ejido Juache, ubicado a 48 kilómetros de Ahualulco, San Luis Potosí (lugar de donde emigraron los antecesores de doña Cuquita) encontró algunas características que
…están muy relacionadas con las costumbres que inculcaron los Franciscanos en su paso por la región. Ellos llevaron a la comunidad a los dos santos patrones, San Isidro y San Francisco, así como unas libretas con cantos y pastorelas que eran montadas por un grupo de hombres y mujeres, a los que llamaremos cantadores, que dirigen las misas y rosarios de la comunidad con cantos en los que se hace un énfasis alargando la voz hasta lograr un efecto amargo de mucho sentimiento […] Los cantadores tradicionales se guían sobre los cuadernos transcritos de los cantos que dejaron los franciscanos”.
Dulce Azucena Rodríguez. “Unos se van por ahí al otro lado y otros nos vamos
al cementerio”. Tesis licenciatura. Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México, 2008.
Otro dato interesante que aporta Rodríguez es que, según las conversaciones que mantuvo con personas de la comunidad, en cada generación el cantador transcribía el cuaderno de su antecesor
Otra probabilidad es que los Rangel hubieran adquirido esta tradición al llegar a residir a la villa de Matamoros, Coahuila. Un comentario fugaz de Eduardo Guerra en su Historia de Torreón hace suponer que las pastorelas se encontraban establecidas desde mediados del siglo XIX. Menciona que algunas mujeres confeccionaban trajes para que los lucieran algunas jóvenes –ahijadas de Doña Luisa Ibarra- “en los bailes, pastorelas y demás celebraciones”. 25Eduardo Guerra. Historia de Torreón, Republicano Ayuntamiento de Torreón, México, 2006, p. 203. Aunque se desconoce la fecha de estas festividades a las que Guerra alude, seguramente debieron llevarse a cabo antes de 1863, año en que la pareja de formada por Leonardo Zuloaga y Luisa Ibarra, dueños de grandes latifundios en Coahuila, debieron regresar a Parras por algunos enfrentamientos graves por las tierras en la Hacienda de Hornos Sin embargo, no hemos ubicado libros de pastorela de esta época, por lo que resulta difícil señalar algo concluyente.
Lo que sí se puede afirmar, es que la pastorela de La Partida está conectada con la que se realizaba en la Flor de Jimulco, porque los cuadernos son prácticamente idénticos. Pero aun así quedaría la interrogante de la forma en que el cuaderno pasó de uno a otro lugar: ¿cómo y cuándo ocurrió? Ambas poblaciones se encuentran separadas a 90 kilómetros, distancia hasta cierto punto lejana si no las unen redes familiares o de comercio, y al menos hoy en día no se reconoce algún tipo de vínculo entre ambos ejidos. Para complejizar este panorama, se identifican algunos versos de la pastorela de La Partida en las de Sapioriz y El Retoño (aunque éstas tienen mucha más similitud entre sí, tanto en el contenido como en los personajes que aparecen). Todas estas pastorelas datan de las primeras dos décadas del siglo XX.
Pero un hallazgo parece identificar a las pastorelas de La Partida y La Flor de Jimulco dentro de un amplio marco histórico-geográfico. Se trata de algunos versos que éstas tienen en común con el Cuaderno de Los pastores para el Nacimiento de Cristo, que fue encontrado en Santa Fe, Nuevo México. Este libro, según Tomás Lozano, perteneció a Isidro Mares, quien lo heredó de su tío y padrino Nazario Rivera alrededor de 1883, pero al que se le atribuye todavía mayor antigüedad (mediados del siglo XIX o incluso anteriormente). 26Tomás Lozano. Cantemos al alba. Origins of Songs Sounds and Liturgical Drama of Hispanic New Mexico. University of New Mexico Press, Alburquerque, USA, 2007, p. 206 Santa Fe era el último punto del Camino Real de Tierra Adentro, ruta comercial que se remonta a la época virreinal y que pasaba por ciudades y pueblos hoy localizados en los estados de México, Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Chihuahua, y concluía en Santa Fe. Tanto jesuitas como franciscanos tenían misiones ubicados en algunos de estos lugares.
El parecido de los versos resulta muy interesante, como puede observarse en este ejemplo:
Estas similitudes, más las notas periodísticas que ya comentamos, muestran la diseminación de las pastorelas en la zona rural de la Comarca Lagunera y plantean la probabilidad de que los libros llegaran con los migrantes de zonas en las que hubo influencia franciscana o jesuita. Quizá se puedan encontrar diarios de pastorela en algunos ejidos que puedan abonar a la investigación y se pueda rastrear todavía en la memoria de sus habitantes. Por ejemplo, la señora Martha Vaquera, de 56 años, recordaba vagamente estas celebraciones en su ejido, Florencia, pero después comenzó a identificar la vestimenta de los pastores, así como el nombre del organizador y del apuntador de la pastorela: los primos Rubén y José Luis Motú, respectivamente. 27Sra. Martha Vaquera, comunicación del 19 de noviembre con Laura Orellana
La Comarca Lagunera no sólo se integró al comercio con el resto del país a través del ferrocarril, sino al gran circuito espacial y temporal de las antiguas pastorelas.
El cuaderno de pastorela de La Partida
El diario de La Partida es una transcripción contemporánea. Fue realizada el 30 de enero de 2003 en un cuaderno escolar, con letra de molde, pero seguramente hubo copias previas a lo largo de los más de 40 años en que doña Cuquita organizó la pastorela. En la segunda y última hoja del libro se indica que la propietaria es la Sra. María del Refugio Briones/Cuquita Briones, respectivamente.
Según los estudios de pastorelas, es usual que aparezca el nombre del dueño o dueña del libro en estos diarios. El “apuntador” de esta pastorela durante muchos años, el señor Juan Antonio Morones — a quien también se le reconocen labores de organización de esta celebración— recuerda que vio un diario de pastorela “original”, escrito por los apuntadores anteriores (su padre, Maurilio Lozano y Sotero Sánchez), que tenía el nombre de ellos al final, así como la fecha: 1953. Es muy probable que se trate del mismo libro de doña Cuquita, pues recordemos que ella ubica los inicios de la pastorela alrededor de ese año, y cada apuntador debía tener una copia del libro completo. Es posible que el nombre de ellos apareciera, precisamente, porque hicieron la transcripción.
En el libro de pastorela se presentan los personajes que participarán, los versos y diálogos en los que intervienen y la secuencia del relato. En algunos casos se encuentran instrucciones muy sencillas de las acciones que los personajes llevarán a cabo, como pararse o desaparecer.
Este escrito, según Richard Bauman y Pamela Ritch representa un “marco de referencia textual autorizado para la producción escénica y cada comunidad que desea producir un coloquio debe tener uno”. 28Richard Bauman & Pamela Ritch. “Informing performance: Producing the Coloquio in Tierra Blanca”. The Albert Lord and Milman Parry Lecture for 1992. Oral Tradition, 9, 2(1994), p. 259 Una nota curiosa, publicada hace casi 100 años en la página frontal de El Siglo de Torreón, subraya la importancia del libro de pastorela:
El señor Eleno Domínguez tuvo la suerte de recibir ayer la visita de dos cacos quienes lo despojaron de diversas prendas de ropa y objetos varios. Lo que más siente el robado es la pérdida del único ejemplar que existía en Torreón sobre la verdadera y auténtica pastorela de Nochebuena, que ya empezaba a ensayar.
“Fue robado Eleno Domínguez. El Siglo de Torreón, 6 de diciembre de 1923, p. 1
En La Partida, por fortuna, queda el libro de pastorela. Pero muchos han desaparecido a lo largo de cuatro siglos. Para Miguel Sabido, uno de los expertos en el estudio de las pastorelas, esta situación resulta lamentable:
…se deben haber perdido cientos, quizás miles de cuadernos de coloquios sin que nadie advirtiera la irreparable y aterradora desgracia que resulta para la cultura de México, ya que cada una de estas representaciones no puede ser realizada sin los elementos fundamentales del sistema que ha permitido su supervivencia…”.
Miguel Sabido. Rescatando pastorelas. Gobierno Municipal de Saltillo/Instituto de Cultural de Saltillo/Miguel Sabido, México, 2012, p. 13
El libro de La Partida tiene 163 páginas, de las cuales sólo la última no está numerada. En la hoja inicial hay una advertencia que a primera vista sorprende: “Se proibe copiar la escritura de este libro”. En la entrevista que Juan Manuel Rodríguez hizo a su abuela, ella no recordaba esta indicación e incluso se sorprendió de saberla (no tenía el cuaderno a la vista). Por su parte, el señor Juan Antonio Morones niega que hubiera alguna restricción y señaló que los apuntadores tenían copias, pero subraya que “… no todas [eran] fidedignas, hay unas que les falta[ba] una parte… lo quisimos complementar juntando las partes, pero nunca pudimos, porque estaban incompletas. Pero ‘prohibida la copia parcial o total de este escrito’, no, jamás”. 29Sr. Juan Antonio Morones, entrevista realizada por Juan Manuel Rodríguez Mendoza el 2 de noviembre de 2020 Al parecer este aviso ha perdido su sentido, pero es muy probable que haya pasado de las copias anteriores. Sin embargo, no podemos pasar por alto este señalamiento ya que varios investigadores señalan las dificultades que experimentaron para conseguir que en algunos lugares les prestaran los diarios para verlos, sacar alguna copia u obtenerlos. La investigadora Elizabeth Araiza pasó cerca de dos años teniendo acercamientos con una comunidad antes de que le permitieran su acceso y Alberto Villegas, al buscar libros de pastorela en su lugar de origen, Juan E. García, Durango, comentó lo siguiente:
En 1988, platicando con uno de los habitantes informadores, le dije que me prestara el Diario de las pastorelas de su hermano para copiarlas. Comentó que sus niños destruyeron dicho Diario. Pero que don Florencio Flores tenía dos pastorelas, que acudiera con sus familiares para que me lo prestaran. Acepté la sugerencia de mi amigo para dirigirme a la casa que antes fue de don Florencio, en donde hoy vive Leandra Camacho. Me aceptó amablemente, me confirmó de la existencia del Diario y de un cuaderno de Alabanzas. Su disposición era prestármelos, pero no los tenía en su poder, los tenía un familiar. Los mandó traer y después de algún tiempo, con mucha insistencia de mi parte, llegó a mis manos el buscado Diario.
Alberto Villegas Cedillo. La pastorela de Don Florencio. Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 1992, pp. XXXI y XXXII)
Miguel Sabido señala que esta dificultad tiene que ver con el hecho de que, en su origen, el cuaderno era un documento único, sagrado, y de dificilísimo acceso, ya que era una fórmula ritual para comunicarse con el santo patrón de cada pueblo. De hecho, era el “maestro de cuaderno” el que podía “…variar ligeramente cada versión […] lo reescribía adicionando versos, personajes e incidentes dentro de la cada vez más modificada estructura original”. 30Miguel Sabido, op. cit., p. 12 Por su parte Araiza dedica todo un artículo a reflexionar sobre el poder que parece tener el libreto de pastorela en los rituales de la zona tarasca “donde la palabra escrita es importante –y no solamente la palabra hablada o representada en imágenes […] para el desenvolvimiento, sentido y alcances del ritual”. 31Elizabeth Araiza, op. cit., p. 48 Aunque no podemos realizar interpretaciones similares en contextos tan distintos, quizá puede ser interesante tomarlo en cuenta al revisar otras pastorelas de la región.
Muchas pastorelas llevan como título “Libro o cuaderno de pastores…” y luego añaden el tema del relato. La de Sapioriz se llama “Libro de pastores que contiene El Nacimiento de Cristo”; la de Jimulco “Viva Jesús y María y el patriarca San José”; la del Retoño se denomina “Cuaderno de pastorela para el Niño Dios”. La que en este momento exploramos lleva por nombre: “Cuadro de pastores para celebrar la Natividad del Niño Dios”. Enseguida se presentan los personajes que intervienen, que por lo general son los mismos en cada pastorela, aunque adoptan distintos nombres, según el libro de que se trate. Algunos de ellos son de procedencia española muy antigua, de los siglos XVII, XVIII y XIX, como Bato, Gila, Bartolo, Silvio y Mengo 32En el análisis de 500 letrillas cantadas la noche de Navidad en la capilla real de Granada, entre 1673 y 1830, Germán Tejerizo encuentra que entre los nombres de los personajes más comunes se encuentran Bato, Gila, Bartolo, Menga y Silvio, entre otros. Algunos de ellos son personajes rústicos que no tienen un vocabulario selecto, pero “sí un sincero afecto al niño, así como una actitud de ingenua admiración por los sucesos que contemplan y serena confianza ante el significado de unos misterios que no saben descifrar se encuentran”. Villancicos barrocos en la capilla real de Granada. Junta de Andalucía, Sevilla, 1989 En el diario de La Partida aparecen los pastores: Bato, Tebano, Silvio, Jirardo, Fabio, Parrado, Belicio y Bartolo, así como las Tres Gilas: Jila, Flora y Florina. También aparece un ranchero que se integra al grupo pastoril, aunque sin duda demuestra su mayor jerarquía social al llegar en su caballo; se agrega a este conjunto un ermitaño viejo que da consejos, cuida el orden escénico y al igual que el ángel (representado por un niño) puede combatir a los diablos, Luzbel y Asmodeo.
A pesar de que las pastorelas siguen un mismo “esquema dramático”, cada una organiza los elementos de manera distinta. La estructura de la pastorela de La Partida se ordena en Cantos de caminata, Letras y Arrullamientos, pero no así en el diario de la de la Flor de Jimulco, a pesar de que son casi idénticas.
Por otro lado, durante el copiado, las palabras se adaptan a los entornos o se modifican —quizá porque los términos son antiguos y resultan irreconocibles—o se utilizan otras palabras, pero conservando el sentido del texto, tal como se puede ver en la siguiente comparación de versos.
El contenido del libro de pastorela de La Partida y su comparación, al menos con la que procede de La Flor de Jimulco, demandará una profunda investigación; por el momento observaremos cómo se utiliza en la ejecución de la pastorela.
La organización y realización de la pastorela en La Partida
Para realizar una pastorela, se requiere de una persona que la organice, que se anime a “traerla”. Esa fue la función que asumió doña Cuquita en 1952, sin dejar de coordinarla durante cuatro décadas. Ella se encargó de buscar a algunas personas que le ayudaran como “apuntadores”, y por supuesto, de identificar a los pastores y otros personajes que intervendrían en la pastorela. No cualquiera podía participar: debía tener ciertos rasgos y contar con determinadas cualidades.
La principal característica que se requería de los participantes es que supieran cantar. Esta pastorela se canta al estilo cardenche. 33Antonio Avitia en su Cancionero Durangueño, 2011, manifiesta que en la Región Lagunera: “géneros como el corrido, la llamada canción mexicana y los cantos de pastorelas perdieron su propio estilo para tomar el de la región, el de la cardenche”, p. 531 Por esta peculiaridad, la pastorela de La Partida —y probablemente las que había en la zona rural de la Comarca Lagunera— no guardaba parecido con las representaciones urbanas, más teatrales y picarescas, sino que buscaba mostrar el apego religioso de los integrantes al misterio del nacimiento de Jesús.
El canto de la pastorela es a capella y a tres voces, por lo que no resultaba fácil el ensamble. Morones aclara que eran “…cantos muy difíciles, no cualquiera que canta, sabe cantar la pastorela. Se probaron personas que supuestamente eran muy buenas para cantar con la guitarra, y ahí no la hicieron, es difícil, es difícil la pastorela porque el canto cardenche llega hasta el alma y ellos no sabían sacarlo de adentro, con sentimiento”. 34Juan Antonio Morones, entrevista citada Doña Cuquita aclara que había que acoplar la primera, segunda y tercera voz “…los que van adelante, que son los capitanes, tienen que llevar su primera y su segunda. Y la Gila tiene que agarrar su voz, la que ella pueda, porque va la Gila con ellos”. 35María del Refugio Briones, entrevista citada Doña Cuquita en gran medida era la responsable de poner la tonada de los cantos —lo que no aparece en el libro.
En algunos momentos de la pastorela, se presentaba
… una conjugación de voces, porque son aproximadamente 8 o 10 pastores […] no todas son voces de hombres, van tres mujeres también que hacen la tonada alta y esas son diferentes […] todos deben ir acorde a la tonada, con que uno desentone, olvídate, se oye horrible, ¿eh? 36Juan Antonio Morones, entrevista citada
En los ensayos, los pastores se van acoplando con su compañero de acuerdo con la voz, porque van de dos en dos [se refiere a unas partes de la pastorela en que se entregan regalos al niño Jesús]; en ese caso, sería una primera y una segunda, completamente uniformes. Por esa razón todos tienen que asistir a los ensayos “…es un coro general, y si van en pareja [y falta uno] pues no va a haber acompañamiento, tiene que ir, es mucha responsabilidad formar parte de la pastorela”. 37Juan Antonio Morones, entrevista citada Así, una cualidad muy importante que se requiere de los participantes es su compromiso.
Al aceptar formar parte de la pastorela, los personajes debían asistir de manera obligatoria a los ensayos, que comenzaban desde septiembre. Al principio, de lunes a viernes, durante dos o tres horas diarias, y después cada tercer día. Morones recuerda: “comenzábamos a las nueve de la noche y terminábamos a las doce o a la una de la madrugada”. 38Juan Antonio Morones, entrevista citada A esa hora, cuenta doña Cuquita, acompañaba a cada una de las muchachas —las tres Gilas— hasta su casa, “porque me las prestaban”. 39María del Refugio Briones, entrevista citada
Cada personaje se tenía que aprender “su relato”, lo que le tocaba, por lo que copiaba esa parte del libro. Y la única manera de aprendérselo era “macheteando, estudiando, estudiando, estudiando”, 40Juan Antonio Morones, entrevista citada porque a veces se les atoraban los diálogos, aunque la función del apuntador era recordarles sus líneas. Cada uno de los personajes, incluso el ángel —interpretado por un niño— tenía que aprenderse su parte.
Un aspecto muy importante de esta pastorela es que los diálogos no se pueden cambiar. Tal parece que se consideraría un sacrilegio alterarlos “…porque es un pasaje bíblico y no se puede modificar […] no se puede andar componiendo un pasaje bíblico”, dice Morones. Y por eso es fundamental el papel del apuntador:
Te voy a decir una cosa, yo me sentía muy importante cuando era el apuntador ¿eh? Porque yo lo miraba de esta manera: el éxito del evento dependía del apuntador, porque si al participante se le iba el hilo en el relato y al apuntador también se le iba, dónde ibas a quedar. Te digo, no se pueden hacer imprevistos con el pasaje bíblico, pero yo me sentía muy importante como apuntador, te soy sincero.
Juan Manuel Rodríguez Mendoza. “Entrevista a Juan Antonio Morones”. Ejido La Partida, 62 minutos, formato mp4.
Los ensayos, dice el apuntador, al principio eran muy suaves, pero conforme avanzaba el tiempo, “…se apretaba el paso, se hacían más estrictos”. Los ensayos eran más necesarios para los que recién se incorporaban —comenta doña Cuquita— “… porque los cantos son difíciles, como la “Caída de los diablos”, que está trabajosillo. Hay cantitos que teníamos que estudiarlos para que se los aprendieran”. 41María del Refugio Briones, entrevista citada
Los ensayos se realizaban en el patio de la casa de la organizadora, sin público, y ella les ofrecía café o una canela caliente a quienes participaban. También un traguito, para dar una “afinadita”, dice Morones “…porque a veces estaba demasiado fuerte el frío”. 42Juan Antonio Morones, entrevista citada Claro que este traguito a veces ocasionaba cierto relajamiento, bromas en el grupo, incluso quizá debido a los diálogos de los diablos y del ermitaño, únicos personajes a quienes se les admitía improvisación. Pero para doña Cuquita, la pastorela no era un asunto de diversión, sino religioso. Dice que a veces se empezaban a reír y que ella les recordaba: “miren lo que dice aquí”. Se refiere a un verso que viene en la pastorela: “Quiero voces de respeto, por ser una devoción, al sagrado nacimiento”. Pero ciertamente algunos versos, incluso sin modificar, generaban las risas de los participantes por ser bastante chuscos, como éste del ermitaño dirigiéndose a Luzbel:
Ya se llegó la ocasión en/ que tu astucia y su asaña estén/ sirviendo de piña a este guajolote/ sancas de gallo, pachon y en/ este santo misterio no quiero/ perturbación no me lo sueltes/guerito formale grande/batalla porque si me lo sueltas/ quien sabe como me balla.
“Cuadro de pastores para celebrar la Natividad del Niño Dios”. Cuaderno de pastorela de María del Refugio Briones. Ejido La Partida, p. 88.
Aun cuando la pastorela se considera una tradición religiosa, la iglesia no tenía ningún tipo de intervención en su realización. “Sólo íbamos a cantar un ratito el 24, pero nomás un ratito, y luego ya me los traía para acá”, afirma doña Cuquita.
Otro compromiso que asumían los participantes era la elaboración de su propio traje. Algunos eran muy laboriosos e implicaban gastos fuertes.
Los pastores usaban un gabán, sombreros adornados y huaraches, de ser posible. También un “gancho”, recurso imprescindible porque se agita durante los cantos. Éste se hace de alambre, simulando una vara larga, y debe ir “completamente adornado”, dice Morones, por lo que puede ser caro llevarlo “como debe de ser”, pues se le pone escarcha, esferas y campanitas, como se pueden observar en las imágenes de abajo. El tintineo del gancho acompaña a los cantos, por ejemplo en aquel que dice: “Suenen, suenen campanitas, suenen, suenen sin parar”. Este gancho lo llevan en las pastorelas de Sapioriz y de Juan E. García, e incluso en una pastorela realizada en Río Grande, Texas en 1893, de la que se conservan imágenes y el sonido 43Los pastores. A Mexican Play of the Nativity. Memoirs of the American Folk-Lore Society, Vol. IX, 1907, p. ix El atuendo de los pastores se complementa con un hato, “como una luna llena de trastecitos”, 44María del Refugio Briones, entrevista citada que llevan colgado al lado izquierdo o al derecho, según convenga.
El diablo, dice Morones, era el menos oneroso, porque llevaban capas adornadas con estrellas, pero generalmente se las prestaban a quienes hacían ese papel. También conseguían las máscaras, elaboradas de lámina, y se guardaban para usarse cada año. Los ojos de la máscara iban cubiertos de vidrio, porque en la parte de arriba llevaban pólvora y la quemaban, y de esta manera se cubrían “…para que no les cayera pólvora, una chispa o algo, pero esa es la forma de hacer las máscaras, cuernos y todo, un hocicote grandote, tú las has visto”. 45Juan Antonio Morones, entrevista citada Lo más importante en los diablos era la personalidad de quienes ejecutaban el papel, pues sí debían ser personas ingeniosas. Varios recuerdan a un diablo a quien apodaban “El Pillo”, que hacía muy bien su representación.
Fotografía cortesía de Helio Briones Morones
El ángel ocasionaba gastos también, porque debía llevar un traje completamente blanco y alas. Era el primero que entraba: el ángel anuncia a María, por esta razón era el que abría la pastorela y “…llevaba un gran gasto también: una túnica blanca, con dorado, unas alas, un aura y lleva una espada”.
Fotografía cortesía de Juan Manuel Rodríguez Mendoza
El atuendo del ermitaño se componía de una máscara completamente blanca, caracterizando a una persona anciana, con un collar grandísimo, elaborado con huesos de tejocote, una especie de rosario, es lo clásico del ermitaño, y también su gabán.
El ranchero era un personaje que debía ir cortado como tal, como un ranchero, con traje de charro, espuelas, chaparreras, soga al hombro, un caballo, llevaba en una parte de lo que llamaban el ‘morral del ranchero’ una gorda, es decir un pan ranchero, que lo repartía entre los pastores cuando terminaba “Era lo clásico del ranchero: tenía que llevar una o dos gordas grandotas, pero de pan ranchero, para repartirlo” 46Juan Antonio Morones, entrevista citada
Fotografía cortesía de Helio Briones Morones
El día 23 de diciembre se hacía el “ensayo real”. En éste, no se cantaba el “Levantamiento” ni el “Arrullamiento”.
Todo el esfuerzo de los ensayos cotidianos, el aprendizaje de los cantos y la elaboración de los trajes tenía sentido el día 24 de diciembre en que se realizaba la pastorela completa, se cantaba todo el libro. Ese día asistía toda la comunidad. El señor Juan Antonio Morones recuerda con emoción que la gente le preguntaba “¿a qué hora va a ser? ¿a qué hora va a empezar la pastorela?”. Era tanta la gente, cuenta, que se le dificultaba abrirse camino para ir al lado del grupo y recordarles sus diálogos: “…la gente no me dejaba pasar, ¿eh?, se juntaba mucha gente y me gustaba a mí, de a máquina” 47Juan Antonio Morones, entrevista citada Al finalizar, doña Cuquita invitaba a todos los integrantes de la pastorela a comer unos tamales.
La pastorela se repetía el 5 de enero, día del levantamiento del niño. Ese día terminaba el ciclo, que volvía a comenzar en septiembre. Al terminar la representación se ofrecían unos buñuelos.
Morones reconoce que a la organizadora de la pastorela “debe de gustarle de corazón”, pues el cafecito y el traguito, en los ensayos de septiembre a diciembre, más las cenas del 24 de diciembre y el 5 de enero” generan un gasto fuerte”.
Desde los años noventa, doña Cuquita dejó la pastorela debido a su edad (actualmente tiene 94 años), aunque en ocasiones los pastores se han reunido para ponerla. Sin embargo, Morones reconoce que ha perdido fuerza porque las nuevas generaciones ya no tienen “amor a las tradiciones”. Queda el libro como testimonio de que durante décadas contribuyó a repetir anualmente un ritual que tuvo sentido para esta comunidad, y quizá sea la base para recuperarla, como ya ha sucedido en otros lugares de nuestro país.
Cortesía de Juan Manuel Rodríguez Mendoza
Referencias
1. | ↑ | “Las posadas darán principio”. El Siglo de Torreón, 15 de diciembre de 1928; “La Navidad en Torreón”. El Siglo de Torreón, 25 de diciembre de 1933, p. 1 |
2. | ↑ | “Zafarrancho en una hacienda”. El Siglo de Torreón, enero 1, 1929, p. 7; “Delitos de sangre”, El Siglo de Torreón, 10 de enero de 1929, p. 2; “Campesino muerto a balazos”. El Siglo de Torreón, 15 de enero de 1929, p. 8 |
3. | ↑ | “Margen”. El Siglo de Torreón, 29 de noviembre de 1933, p. 1; “Margen”. El Siglo de Torreón, 26 de noviembre de 1937, p. 1 |
4. | ↑ | Salvador Vizcaíno Hernández. “Estructura de Torreón. Ensayo económico social”. Revista Cauce, México, 1953, p. 71 |
5. | ↑ | Vizcaíno, tomando los datos del censo de 1950, hace notar que el 58% de la población del municipio de Torreón era originaria de Coahuila y el 42% eran nativos de otras entidades, “Estructura de Torreón. Ensayo económico social”. Revista Cauce, México, 1953, p. 29 |
6. | ↑ | Elizabeth Araiza Hernández. “Un texto vivo. Formas e interacciones del libreto de pastorela (Ihuatzio y Comachuén, Michoacán)”. Trace 76, julio 2019, p. 51 |
7. | ↑ | Cfr. “De la poesía pastoril a los autores de pastores” en Tomás de Híjar Ornelas. Las pastorelas en Jalisco. Secretaría de Cultura/Gobierno de Jalisco, México, 2008, pp. 32-34 |
8. | ↑ | Miguel Sabido sostiene la noción de que las pastorelas se derivan del ejercicio de San Francisco de Loyola llamada “las dos banderas”, en el que se encuentra los tres elementos fundamentales de la pastorela: el ángel y el diablo en lucha, y el ser humano que hace el ejercicio, Rescatando Pastorelas. Gobierno Municipal de Saltillo/Instituto Municipal de Cultura de Saltillo/Miguel Sabido, México, p. 13; en esta misma corriente se sitúa Tomás de Híjar quien señala que los jesuitas “injertaron” las pastorelas mediante el teatro misionero durante el siglo XVII, op. cit., p. 147 |
9, 30. | ↑ | Miguel Sabido, op. cit., p. 12 |
10. | ↑ | “El filósofo del lenguaje J.L. Austin definió las palabras performativas como “realizativas” y propuso el concepto de performatividad, que establecía una obligada conexión entre lenguaje y acción. Para Austin, la performatividad se da cuando en un acto del habla o de comunicación no solo se usa la palabra sino que ésta implica forzosamente a la par una acción. “Performatividad” Abecedario Anagramático. Subtramas |
11. | ↑ | Tomás de Híjar, op. cit, p. 52 |
12. | ↑ | Efrén Sandoval Hernández. “Estudios sobre pobreza, marginación y desigualdad en Monterrey”. Papeles de Población 57, julio/septiembre 2008, CIEAP/UAEM, p. 180 |
13. | ↑ | Juan Manuel Rodríguez Mendoza, entrevista realizada por Laura Orellana el 30 de noviembre y 2 de diciembre de 2020 |
14. | ↑ | William K. Meyers. Los orígenes de la Revolución Mexicana en la Comarca Lagunera 1880-1911. México. Gobierno de Coahuiila/INEHRM/UIA/IED, 1997, p. 57 |
15. | ↑ | Quinto Censo de Población 15 de Mayo de 1930. Estado de Coahuila, pp. 76 y 77 |
16. | ↑ | Sexto censo de población 1940, Coahuila, p. 105 |
17. | ↑ | A partir de un estudio genealógico se identificó que los 10 hijos de la pareja formada por Crispín Rangel López y Juana Roque nacieron en la villa de Ahualulco y la Hacienda La Parada (lugares separados por 16 kilómetros): José Aciano (1881-1889), Ildefonso (1884-1885), Ildefonso (1887), José Tomás (1888), Donaciano (1889), María (1890), María Cirenea (1892), Porfirio (1894), Yrenea o Irene (1895) y Luisa (1899). Crispín Rangel López falleció en Matamoros, Coahuila en 1904. En este mismo lugar se casó Ildefonso (1913) y Donaciano (1917). En 1918 se casó Porfirio, con domicilio ya en la Hacienda La Partida y un año después Irene con Emeterio Rodríguez (suegros de doña Cuquita |
18. | ↑ | Sus papás, Crispín Briones y María Moreno ya eran oriundos de la Comarca Lagunera, él de Las Huertas, Durango (1901) y ella de Matamoros, Coahuila (1907). La familia Briones ya residía en la Hacienda de La Concha —distante a tan sólo 14 kilómetros de La Partida— hacia 1903. Crispín y María ya vivían en La Partida al menos desde 1924 |
19. | ↑ | María del Refugio Briones Moreno, entrevista realizada por Juan Manuel Rodríguez Moreno el 24 de octubre del 2020 |
20, 21, 22, 35, 39, 41, 44. | ↑ | María del Refugio Briones, entrevista citada |
23. | ↑ | Laura Orellana. “La reliquia: una generosa tradición. El Siglo de Torreón, 17 de noviembre de 2001, pp. 6A y 7A |
24. | ↑ | Cfr. Jan Bazant. Las Haciendas de La Parada y San Diego durante el Virreinato, en Cinco Haciendas Mexicanas: Tres Siglos De Vida Rural En San Luis Potosí, 1600-1910. México, 1995 |
25. | ↑ | Eduardo Guerra. Historia de Torreón, Republicano Ayuntamiento de Torreón, México, 2006, p. 203. Aunque se desconoce la fecha de estas festividades a las que Guerra alude, seguramente debieron llevarse a cabo antes de 1863, año en que la pareja de formada por Leonardo Zuloaga y Luisa Ibarra, dueños de grandes latifundios en Coahuila, debieron regresar a Parras por algunos enfrentamientos graves por las tierras en la Hacienda de Hornos |
26. | ↑ | Tomás Lozano. Cantemos al alba. Origins of Songs Sounds and Liturgical Drama of Hispanic New Mexico. University of New Mexico Press, Alburquerque, USA, 2007, p. 206 |
27. | ↑ | Sra. Martha Vaquera, comunicación del 19 de noviembre con Laura Orellana |
28. | ↑ | Richard Bauman & Pamela Ritch. “Informing performance: Producing the Coloquio in Tierra Blanca”. The Albert Lord and Milman Parry Lecture for 1992. Oral Tradition, 9, 2(1994), p. 259 |
29. | ↑ | Sr. Juan Antonio Morones, entrevista realizada por Juan Manuel Rodríguez Mendoza el 2 de noviembre de 2020 |
31. | ↑ | Elizabeth Araiza, op. cit., p. 48 |
32. | ↑ | En el análisis de 500 letrillas cantadas la noche de Navidad en la capilla real de Granada, entre 1673 y 1830, Germán Tejerizo encuentra que entre los nombres de los personajes más comunes se encuentran Bato, Gila, Bartolo, Menga y Silvio, entre otros. Algunos de ellos son personajes rústicos que no tienen un vocabulario selecto, pero “sí un sincero afecto al niño, así como una actitud de ingenua admiración por los sucesos que contemplan y serena confianza ante el significado de unos misterios que no saben descifrar se encuentran”. Villancicos barrocos en la capilla real de Granada. Junta de Andalucía, Sevilla, 1989 |
33. | ↑ | Antonio Avitia en su Cancionero Durangueño, 2011, manifiesta que en la Región Lagunera: “géneros como el corrido, la llamada canción mexicana y los cantos de pastorelas perdieron su propio estilo para tomar el de la región, el de la cardenche”, p. 531 |
34, 36, 37, 38, 40, 42, 45, 46, 47. | ↑ | Juan Antonio Morones, entrevista citada |
43. | ↑ | Los pastores. A Mexican Play of the Nativity. Memoirs of the American Folk-Lore Society, Vol. IX, 1907, p. ix |